El socialismo real y la violencia

 

El socialismo real y la violencia

D.J.A.P.

      Es necesario aclarar, que aunque se asocia el socialismo real o científico con la violencia política en la lucha de clases, en realidad Marx no “descubre” esa violencia, sino que la postula como hipótesis explicativa del devenir histórico de las sociedades (Fernández, 2021). Estas hipótesis son temporales y contingentes, ya que deben ser contrastadas eventualmente con la experiencia empírica, la cual ha refutado la teoría marxista sobre la evolución del capitalismo, y la capacidad del proletariado de abolirlo violentamente creando una sociedad sin clases y sin Estado. Por ejemplo, dado el nivel de destrucción masiva que poseen las armas actuales, “la violencia ya no puede considerarse como partera de la Historia, sino como sepulturera de la vida sobre la Tierra” (Fernández, 2021).

     La vía armada como método de conquista del poder del Estado, que aún hoy es empleada por guerrillas marxistas alrededor del mundo, no es el único medio esgrimido actualmente por sus cultores –otra cosa es una vez conquistado ese poder-. En democracia, al igual que ocurrió en la Alemania nazi, se puede alcanzar el poder por la vía electoral, para una vez dominado el Estado y su monopolio de las armas, y por tanto, de la violencia, imponer a la sociedad entera un proyecto totalitario, y emanciparse del control democrático electoral y legal, ya que una “revolución en proceso” no puede ser revertida ni siquiera por los propios gobernados, que debe ser “tutelados” de sí mismos, ante potenciales desviaciones de la “conciencia de clase”.  

     Desde el marxismo, se afirma que las democracias liberales también son el resultado de un gran conflicto y represión históricas; y que no se imponen por su bondad intrínseca o su utilidad para dirimir conflictos, que sería de un gran optimismo antropológico (Puerta, 2021). Sin embargo, las transiciones ejecutadas sin rupturas violentas, como la sucedida desde el fascismo español a la monarquía parlamentaria, o de la dictadura pinochetista a la democracia chilena, demuestran que la misma permite lograr consensos entre actores sociales, que en otro contexto hubieran utilizado el monopolio de la violencia para la conquista o conservación del poder.  

     Si el pretendido objetivo real de la violencia empleada para producir revoluciones, no es simplemente el poder para una casta política, sino de imponer cambios radicales en el modo de vida cotidiano de la gente, de manera planificada y permanente, la historia ha demostrado su gran fracaso. Al respecto Wallerstein, en el libro "Movimientos Antisistémicos", señala que realmente ocurrieron sólo dos grandes revoluciones en el mundo, que no fueron diseñadas, planificadas ni organizadas, sino espontaneas: la de 1848, que trajo el parlamentarismo democrático a Europa; y la de 1968, conocida como “El mayo francés”, que impulsó movimientos reivindicativos de minorías. Ambas revoluciones fueron al corto plazo grandes fracasos en cuanto a la toma del poder del Estado, pero a largo plazo superaron en repercusión y transcendencia en la vida cotidiana, a la francesa de 1789 y a la rusa de 1917, que sí lograron alcanzar el poder.

     La transcendencia cultural para lograr cambios permanentes, es una vía propuesta por el llamado “eurocomunismo”, que propugna alcanzar el poder por medio de una hegemonía cultural a través del método gramsciano, de adoctrinar a la población sobre la necesidad revolucionaria de abolir las clases sociales y la explotación capitalista, derivada de la propiedad privada sobre medios de producción. En este sentido, se habla de un método alternativo no violento de conquista de la hegemonía socialista, colmando y dominando todos los espacios sociales. Sin embargo, el concepto de hegemonía es excluyente en sí mismo, ya que niega la diversidad y pluralidad de pensamientos como contribuciones a la libertad individual y colectiva, y sus defensores no aclaran qué pasaría en el supuesto de que la población, luego de ser “convencida” de tal necesidad, rechazara sus premisas una vez experimentado sus efectos. Al parecer la posibilidad de “regresión de lo superado”, no entra en el análisis gramsciano, porque le resulta imposible un “retroceso” en el avance progresivo, escalonado y fatal de la historia, que postula el marxismo. Por tanto, sólo quedaría la represión sobre los que perdieron su “conciencia de clase”, como método para estabilizar lo “conquistado”.

     Al igual que la abeja es la nada frente a la colmena; hablar de los derechos de un individuo frente al todo, constituye una “blasfemia” en el socialismo real. Las libertades ciudadanas, económicas y políticas, son sólo expresiones de las condiciones materiales históricas, por lo que el derecho individual siempre estará supeditados a la concreción de los intereses colectivos del proletariado organizado para dominar, y si estos entran en contradicción, se suprimen siempre los derechos individuales. Las personas son sólo el recipiente cultural producto del modo de producción que determina la historia, y como tales, son recursos desechables por el bien mayor. Por tanto, el ser humano en su concreción individual, no es más que arcilla para producir un diseño predeterminado: el hombre nuevo, que es incondicional a las exigencias del colectivo, que es representado por el Estado.

     No obstante esa arcilla para ser procesada, requiere de la imposición desde la fuerza para lograr amoldarla. Es por ello que el marxismo le otorga prioridad a la violencia como epicentro de las transformaciones sociales, y suele coloca en el lugar subalterno a la formación educativa, posiblemente por considerarla reformista, es decir, de transformación paulatina y pacifica mediante la educación. Pudiera ser esa la causa que es más exitosa derrocando gobiernos que construyendo modelos alternativos de sociedad (Fernández, 2021). En ese sentido la Tercera Tesis sobre Feuerbach de Marx expresa:


"La teoría materialista de que los hombres son producto de las circunstancias y de la educación, y de que, por tanto, los hombres modificados son producto de circunstancias distintas y de una educación modificada, olvida que son los hombres, precisamente, los que hacen que cambien las circunstancias y que el propio educador necesita ser educado. Conduce, pues, forzosamente, a la división de la sociedad en dos partes, una de las cuales está por encima de la sociedad (así, por ej., en Roberto Owen). La coincidencia de la modificación de las circunstancias y de la actividad humana sólo puede concebirse y entenderse racionalmente como práctica revolucionaria." (Marx, 1969:1).

 

     Los docentes, al igual que los juristas y sacerdotes, son categorizados como  clase pequeña burguesa que reproduce la cultura de dominación de la superestructura capitalista. Son enemigos circunstanciales de clase, que luego de la transformación revolucionaria, pasan a formar parte de la superestructura emergente para replicar la nueva cultura revolucionaria. Por ello, no son protagonistas iniciales de la transformación, junto con la clase obrera y campesina, sino sus enemigos. En este orden de ideas, Marx critica a los socialistas utópicos, acusados de “reformistas”, porque rechazaban la violencia política y la ruptura traumática revolucionaria del orden prestablecido, sino que abogaban por la transformación desde las bases comunitarias, a través de formas productivas alternativas como las cooperativas y mutualidades.

     Sería necio negar que muchos de los conflictos sociales requieren de acciones de fuerza para lograr una solución, cuando las vías de negociación y acuerdos están cerradas. Sin embargo, pensar que el mundo se puede entender exclusivamente en base al conflicto permanente, en una relación jerárquica entre dominantes y dominados, y que la violencia es el germen de la historia, es negar una realidad mucho más compleja del mundo, donde la razón no la tiene siempre quien tenga la mayor cantidad de divisiones blindadas, o habla desde la boca humeante de los fusiles. El consenso pluriclasista, la negociación y armonización de intereses, es posible, dentro de la doctrina socialdemócrata, que sin negar la existencia de los conflictos de intereses, rechaza considerar que la imposición violenta de una de las partes, sea la única vía posible para solucionarla.   

 

Referencias:

FERNÁNDEZ Gustavo (05 de febrero de 2021). Discusiones sobre stalinismo y democracia. Red social Facebook.

MARX, Karl (1969) Tesis sobre Feuerbach. Ediciones Caldén. Buenos Aires, Argentina.

PUERTA, Jesús (05 de febrero de 2021). Discusiones sobre stalinismo y democracia. Red social Facebook.

WALLERSTEIN, Inmmanuel y otros (1999). Movimientos Antisistémicos. Colección: “Cuestiones de Antagonismo”. Ediciones AKAL. España. 




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